Centenario de la Revolución Rusa
En la presente edición, el Festival de Mar del Plata (17 al 26 de noviembre) lleva a cabo una revisión de este suceso capital en la historia del siglo XX a través de cinco producciones. Cinco películas que recuerdan aquel ineludible acontecimiento político y sus avatares desde diversas miradas cinematográficas.
Ángeles de la revolución, de Alexey Fedorchenko; Shagall-Malevich, de Alexander Mitta; Kharms, de Ivan Bolotnivok; The Russian Revolution Through Its Films, de Emmanuel Hamon y October - Ten Days That Shook the World, de Sergei M. Eisenstein, Grigoriy Aleksandrov sin las propuestas a proyectarse durante la muestra.
La Revolución Rusa es uno de los acontecimientos decisivos del siglo XX. El proyecto marxista que se materializa en la revolución bolchevique define gran parte de la historia de la centuria pasada. El ascenso del proletariado al poder produce un nuevo modo de entender la vida social y genera encendidas discusiones políticas e ideológicas a lo largo del mundo
October (Rusia, 1928) de Sergei M. Eisenstein, Grigoriy Aleksandrov
Luego del éxito de La huelga (1924) y de El acorazado Potemkin (1925), a diez años de la Revolución de 1917, el Comité Central del Partido Comunista encargó a Sergei Eisenstein la realización de Octubre, la reconstrucción de los acontecimientos ocurridos desde febrero hasta octubre de aquel año. Dividida en cinco capítulos –que abarcan desde los primeros días del gobierno provisional de Kerensky hasta el momento en que los bolcheviques llegan al poder, con el pueblo oprimido como protagonista–, la epopeya coral del realizador soviético representa uno de los picos más altos del cine mudo, y sus técnicas narrativas y de montaje inéditas fundaron las bases para el desarrollo del film documental. Casi un siglo después, Octubre sigue siendo una de las películas más importantes de la historia del cine.
The Russian Revolution Through Its Films (Francia, 2017) de Emmanuel Hamon
Si la Revolución soviética marcó a fuego la historia social del siglo XX, lo mismo puede aseverarse sobre la revolución artística que significó un grupo de directores, actores y técnicos en la industria cinematográfica a partir de ese período. Desde los experimentos del montaje de Lev Kuleshov hasta la espectacularidad de Serguéi Eisenstein, pasando por el visionario Yákov Protazánov, Pudovkin y Dovzhenko, entre muchos otros, los nombres se traducen en obras que exponen ficciones y documentales que dan cuenta de una libertad creativa y una energía hasta entonces inédita en el cine ruso. Este documental recorre, a partir de extractos de films y textos de los artistas, la producción cinematográfica desde la década del 10 hasta los años 30, cuando la ficción se permitía erosionar la realidad en películas que ayudaron a construir el imaginario visual y poético de la Revolución.
Shagall-Malevich (Rusia, 2014) de Alexander Mitta
La primera película de Aleksandr Mitta en más de una década es una biopic fantástica y extravagante sobre un pintor que encarnó, como muy pocos artistas, esas mismas características. En el montaje, la puesta en escena y la fotografía, el ojo atento al detalle puede observar aquellos lineamientos que constituyeron la obra de Marc Chagall, los principios que impartió estando al frente de la Escuela de Arte de Vítebsk y los aspectos en los que su rival artístico, Kazimir Malevich, salió al cruce con el suprematismo, en un momento en que la estética no podía concebirse sin su ética, y el trazo correcto de un pincel era parte del rumbo político de la revolución. En sus mejores momentos, Chagall-Malevich alcanza el balance entre sus libertades formales y el desarrollo de sus historias alteradas por el devenir de la Historia
Ángeles de la revolución (Rusia, 2014) de Alexey Fedorchenko
La intersección entre política, arte y religión fue, desde siempre, un área peligrosa y zona de guerra. Ciertamente lo fue para los artistas de la Unión Soviética, y lo es en este relato que Fedorchenko pinta con paleta y tonos wesandersonianos para narrar la historia de seis artistas, liderados por Polina Schneider, que se las vieron negras para introducir la doctrina leninista a través del arte en un pueblo indígena de la Siberia profunda. El humor de Fedorchenko en esta tragicómica historia real coquetea con Bresson para terminar apostando por la acidez del ridículo y por una libertad absoluta en el uso de recursos en la pantalla, que van desde marionetas hasta la transformación del aspect ratio en un theremín, con una imaginación inagotable que mantiene vivos los 113 minutos de la película. Esa libertad es la que le permite al director reírse de un personaje que exclama "Salve el genio del arte”, al tiempo que su película no deja de hacerle honor a esa máxima
Kharms (Rusia, 2017) de Ivan Bolotnivok
Daniil Yuvachev fue un escritor ruso de la primera mitad del siglo XX. Se creía un genio. Y quizás lo fuera. Pero las editoriales, por entonces, no querían publicar sus cuentos ni poemas. Así, sobrevivía escribiendo libros infantiles encerrado en el desorden de su departamento, siempre al borde de la pobreza. A pesar de los malos tragos, Daniil Kharms –como se hacía llamar– salía adelante del mismo modo que los personajes alucinados que creaba: forjándose su propio mundo, que distaba mucho de coincidir con la realidad. Arrogante, amante del escándalo, altanero, mujeriego y convencido de su talento, desafiaba a quienes querían oírlo en los habituales encuentros literarios a los que frecuentaba en los rincones de Leningrado. Kharms es una biopic que describe la vida fascinante de quien vivía en una batalla constante contra la sociedad de la época, mientras lidiaba con sus propios demonios
“Nos vemos en el cine...”
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